Un pequeño espacio informativo y descriptivo para que padres e hijos puedan llevar sus procesos dentro del ciclo vital menos estresados y puedan comprender la importancia de mejorar sus relaciones para una buena salud mental.
Luego de doce meses de crianza, que un infante se calme o no se calme, llore o no llore, explore o se aferre a su cuidador, no es casual. Cada estilo, cada forma, devela una historia de interacciones con sus cuidadores, devela también la forma de dar sentido al mundo que ha desarrollado el infante hasta ese minuto, ¿me calma o no me calma mi cuidador? ¿es o no confiable el mundo?
La investigación ha mostrado que son dos las variables más determinantes que propician un vínculo de apego seguro, la sensibilidad parental, es decir, la capacidad de detectar y responder a las señales del bebé oportuna y efectivamente, y la capacidad de los cuidadores de pensar al bebé en términos de estados mentales, es decir inferir por ejemplo, intenciones, deseos, pensamientos y emociones, de la observación del los gestos, señas y reacciones del bebé. En los infantes, tanto la indiferencia afectiva como el aferramiento angustioso, son alertas que nos indican que en los doce meses de cuidados y relación, la brújula ha estado un tanto descalibrada, ahora lo importante de entender es, que quedan años de neuroplasticidad cerebral y flexibilidad relacional para retomar el camino de la seguridad.
Luego de doce meses de crianza,
ResponderEliminarque un infante se calme o no se calme,
llore o no llore,
explore o se aferre a su cuidador,
no es casual.
Cada estilo,
cada forma,
devela una historia de interacciones con sus cuidadores,
devela también la forma de dar sentido al mundo que ha desarrollado el infante hasta ese minuto,
¿me calma o no me calma mi cuidador?
¿es o no confiable el mundo?
La investigación ha mostrado que son dos las variables más determinantes que propician un vínculo de apego seguro,
la sensibilidad parental,
es decir, la capacidad de detectar y responder a las señales del bebé oportuna y efectivamente,
y la capacidad de los cuidadores de pensar al bebé en términos de estados mentales, es decir inferir por ejemplo,
intenciones,
deseos,
pensamientos y emociones,
de la observación del los gestos,
señas y reacciones del bebé.
En los infantes,
tanto la indiferencia afectiva como el aferramiento angustioso,
son alertas que nos indican que en los doce meses de cuidados y relación,
la brújula ha estado un tanto descalibrada,
ahora lo importante de entender es,
que quedan años de neuroplasticidad cerebral y flexibilidad relacional para retomar el camino de la seguridad.