Muchas
veces tratamos de proteger a las personas más cercanas que nos rodean,
con quienes compartimos sentimientos afectuosos. Pero algunas veces
coartamos sus aspiraciones, poniendo restricciones y muros a su
alrededor, todo con el fin de proteger lo que valoramos. Sin embargo,
si no tomamos en cuenta su esencia como personas, interferimos
en sus vidas de forma coercitiva. Restringir a una persona, a pesar de
que lo hagamos por “su bien”, es privarla de las experiencias que la
forjarán como individuo.
Siempre podemos dar ejemplos para que
entiendan los riesgos que se corren si insisten en seguir determinado
camino; eso les hará reflexionar. También se puede instruir
correctamente, de forma que entiendan que no se puede dañar el entorno
ni perjudicar a los demás con alguna acción, porque los resultados se
revierten sobre uno mismo.
Esto es muy difícil de comprender
para cualquier persona que desea proteger a aquellos a los que ama pues
piensa que debe mostrar el camino que les permita saber hacia dónde se
dirigen y qué pueden esperar de esto. Pero para cuidar a nuestros seres
más queridos, lo correcto es dejarlos crecer respetando su esencia y su
criterio, sin coerción, dando ejemplo de rectitud y compasión.
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