"Cuenta
Stephen Covey (escritor y conferenciante) que un domingo por la mañana
se encontraba en un vagón de metro casi vacío. Todo estaba en calma
hasta que llegó un padre con sus cuatro hijos. Aunque armaron un jaleo
espantoso, su padre no les dijo nada. Exasperado y nervioso, Covey
sentenció interiormente: "Es increíble, ¡este hombre tiene muy poca
vergüenza! Debería decirles a sus hijos que se comportaran".
Poco después, cuando iba a dirigirse al padre, éste le dijo: "Soy
consciente de que mis hijos molestan y le ruego que me disculpe por no
haberles pedido que se comporten, pero me encuentro muy mal. Salimos
ahora del hospital, donde acaba de morir su madre". En un segundo, la
ira de Covey, que procedía de sus pensamientos críticos, se había
transformado en compasión."
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