lunes, 27 de mayo de 2013


"Cuenta Stephen Covey (escritor y conferenciante) que un domingo por la mañana se encontraba en un vagón de metro casi vacío. Todo estaba en calma hasta que llegó un padre con sus cuatro hijos. Aunque armaron un jaleo espantoso, su padre no les dijo nada. Exasperado y nervioso, Covey sentenció interiormente: "Es increíble, ¡este hombre tiene muy poca vergüenza! Debería decirles a sus hijos que se comportaran". Poco después, cuando iba a dirigirse al padre, éste le dijo: "Soy consciente de que mis hijos molestan y le ruego que me disculpe por no haberles pedido que se comporten, pero me encuentro muy mal. Salimos ahora del hospital, donde acaba de morir su madre". En un segundo, la ira de Covey, que procedía de sus pensamientos críticos, se había transformado en compasión." 




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